Campanas. El jueves Santo iniciamos el triduo Pascual con la última cena que celebró Jesús con sus discípulos y en el que instituyó el sacramento de la Eucaristía. En la Catedral de Santa Cruz Mons. René Leigue presidió la celebración Eucarística a las 19:00 horas. Dos son los motivos principales de esta celebración: La institución de la Eucaristía y la institución del sacerdocio. También el Arzobispo repitió el gesto de Jesús a sus discípulos al ponerse de rodillas y lavar los pies a doce personas, entre las cuales estaban; Profesores, Personal de Salud, niños, ancianos, enfermos y personas con síndrome de Down.
La celebración de la última cena del Señor fue concelebrada por: el Rector de la Catedral y Vicario de Comunicación, P. Hugo Ara, y el P. Osvaldo Peña.
En su homilía el Arzobispo de Santa Cruz afirmó que, Jesús nos manda deponer aires de superioridad y vivir en igualdad, para Dios todos somos iguales, nadie tiene el poder absoluto, y si lo tuviera sería Dios mismo.
De la misma manera el prelado aseguró que, aquel que siente que tiene el poder, debería ser servidor de todos, y eso a lo mejor nosotros queremos y esperamos, de aquellos que tienen el poder para hacer y deshacer muchas cosas, deberían primero ver a la persona a las cual están atendiendo o por la cual están ahí donde están,dijo.
“Las visitas a las siete iglesias, es el testimonio público de nuestra fe en el Santísimo Sacramento del Altar”
Terminada la Eucaristía, podemos quedarnos un momento a contemplar y adorar al Señor vivo y presente en la hostia consagrada colocada en el sepulcro. También, al salir del templo, pueden realizar las visitas a las siete iglesias, como testimonio público de su fe en el Santísimo Sacramento del Altar. Esta es una oportunidad especial para expresar al Señor nuestra sincera gratitud porque nos ha hecho pregustar el pan de vida y acompañarnos con amor en nuestra peregrinación en esta tierra hasta el encuentro definitivo con Él: “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.
Homilía
La Semana Santa es la gran oportunidad que la Iglesia nos presenta para profundizar lo que significa nuestra vida, en relación a la de Jesucristo. Hoy iniciamos este triduo con esta celebración donde, justamente hoy recordamos la institución de la Eucaristía y también Jesucristo hoy instituye el Sacerdocio. El día martes hemos tenido el retiro con los sacerdotes y en la noche celebramos la Misa Crismal, esa misa debería ser hoy, pero por motivos pastorales, no podemos hacerlo el jueves Santo.
Hoy celebramos esta fiesta, fiesta para nosotros que estamos en esa constante relación con Dios, y que entendemos lo que significa esta celebración. Los que realmente comprendemos lo que significa esta celebración, estamos celebrando, y estamos juntos, los que todavía no han entendido lo que significa esto, a lo mejor están en otro lado, se han ido de vacaciones, esperamos que donde estén puedan participar de la celebración de hoy.
Hoy celebramos este gran misterio que es la Eucaristía y es ahí donde verdaderamente nosotros experimentamos, esa entrega de Jesús, esa entrega hasta el extremo, lo hemos escuchado en el Evangelio, él no se guarda nada, él lo ha dicho siempre, el amigo es aquél que da la vida por un amigo, y él lo hace realidad, no solamente lo decía, que hay que dar la vida por el otro, sino que él lo hace realidad entregando su vida por nosotros, ahí se manifiesta ese gran amor que nos tiene, él da su vida, para que nosotros tengamos vida, y vida en abundancia.
En el Evangelio hemos escuchado que en la última cena, estando Jesús con sus discípulos, hace este gesto muy bonito, interesante y de mucha profundidad, cuando empieza a lavar los pies a sus discípulos, aquí Pedro no entendía lo que Jesús quería hacer con ellos, y le dice no solamente me lavas los pies, sino las manos, la cabeza, no comprendía que a lo mejor hasta hoy en día, y después de muchos años seguimos pensando todavía ¿Qué quería Jesús hacer con ese gesto? Yo creo que es simple para poder entender, se recuerdan, cuando Jesús dice, que el más importante de todos, es aquel que se hace esclavo de ellos, quien quiera ser el primero, que se haga el último, y eso es lo que Jesús pone en práctica, lo hace realidad, él dice; “ustedes me llaman maestro y Señor, y de verdad lo soy para ustedes, pero Yo, siendo el maestro y Señor quiero hacer este gesto, de lavarle los pies a ustedes. Un gesto muy sencillo, pero de mucha profundidad porque ahí realmente, nos está mostrando que lo que Jesús decía, o de lo que Jesús se dice, un hombre sencillo, un hombre humilde, un hombre que no se guardaba nada, un hombre que enfrentó la realidad y lo hizo con esa entrega y ese deseo de hacer realidad a lo que el Padre le envió. Al lavar los pies a sus discípulos ¿Qué nos quiere decir Jesús con eso? Nos quiere decir que nosotros, también podemos hacer lo mismo, no sentirnos unos más que otros, para Dios todos somos iguales.
En este mundo está marcada la diferencia, según el cargo y el estatus que tengamos, pero para Dios no hay eso, Dios siendo el maestro, se pone a los pies de sus discípulos, para decirles, esto hay que hacer. No hay que sentirse más que los demás, para qué, ¿qué sentido tiene todo esto? Si eso entendiéramos en nuestra realidad, quizás sería diferente nuestra manera de vivir y ver las cosas, para Dios no hay uno que tenga el poder absoluto, y si lo hay sería Dios mismo. Aquel que siente que tiene el poder, debería ser servidor de todos, y eso a lo menor nosotros queremos y esperamos, de aquellos que tienen el poder para hacer y deshacer muchas cosas, deberían primero ver a la persona a las cual están atendiendo o por la cual están ahí donde están, porque todos queremos que de verdad nos escuchen, nos ayuden, hagan algo por las personas, sin mirar a quien servir, sino servir a todos, ese es el mensaje que Jesús nos da hoy. La misión está también para nosotros, entendamos esto hermanos, y hermanas, Dios no quiere que entre nosotros nos sintamos uno más que otro, él quiere todos seamos iguales, somos personas, somos humanos, con nuestras virtudes, con nuestros defectos, ¿Quién no tiene defectos? Todos tenemos, pero, así como tenemos defectos, también tenemos virtudes y no somos quien, para bajonear a otros, porque tienen las mismas condiciones que yo, tal vez no ha tenido la oportunidad, de una buena preparación, pero eso no significa que vamos a sobrepasar a la persona.
Hoy el Señor nos muestra el amor que él tiene hacia nosotros, y nos da este mandamiento que es del mayor de todos; “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado, ese es el amor de Dios a todos y cada uno de nosotros, “Ámense como Yo los he amado, o como Yo los amo”, y ese amor implica muchas cosas, especialmente el respeto entre nosotros, si hay respeto, nos sentimos igual que el otro, y cuando nos faltan el respeto, nos sentimos bajoneados. Es importante que hoy, sintamos ese amor de Dios en nuestra vida, y que ese amor derramado en nuestra vida, podamos compartirlo con los demás.
El amor de Dios, y el amor entre nosotros se manifiesta también en el perdón y en la reconciliación, cuantas veces no coincidimos con el otro, cuantas veces tenemos un desacuerdo y por eso que no coincidimos, tenemos problemas, tenemos rabia, a veces se llega hasta el odio, y es triste, que no reconozcamos nuestros errores y por no reconocer nuestros errores, nos quedamos con ese sentimiento de odio. Que lindo sería, si reconociéramos nuestros errores, y de ahí viene la reconciliación, ahí viene la capacidad de pedir perdón, eso es lo que Dios quiere para nosotros, que reconozcamos que nos equivocamos, que fallamos, pero que nunca estamos perdidos, sino que tenemos la posibilidad de empezar de nuevo, y para eso es el amor, ese amor de Dios que se derrama en nosotros, debe manifestarse en el perdón y la reconciliación y en el empezar de nuevo.
Nos falta reconocer nuestros errores y saber pedir perdón, y a eso nos invita hoy el Señor y les invito también a ustedes a pensar y preguntarse ¿Cómo está mi relación con Dios? Y ¿Cómo es su relación con los demás? Porque tener ese amor a Dios, creer en él, hay un compromiso de amar y respetar al prójimo. Hoy vamos a hacer ese gesto que hizo Jesús, no lo tememos como un teatro, sino como algo para pensar, estas personas que hoy le voy a lavar los pies, no las conozco, pero sí se que son personas amadas por Dios, y como tal vamos a realizar este gesto, para mostrarle a todos, que entre nosotros podemos hacerlo, no importa quien es, los importante es el amor al prójimo.