Hoy domingo 21 de febrero del 2016, Bolivia vive una Jornada Electoral “Referéndum Constitucional”, donde se consulta al ciudadano boliviano sobre el cambio del artículo 168 de la actual Constitución Política del Estado, para abrir la posibilidad de elegir por tres períodos consecutivos al Presidente y Vicepresidente del Estado Plurinacional. Durante su Homilía predicada en la Catedral, Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, Exhorto a que todos acudan a ejercer su derecho y deber al voto de forma libre, responsable y en conciencia, y qué velemos por un proceso transparente y respetuoso de la voluntad de los votantes, en un clima de serenidad y paz.
Al mismo tiempo pidió que todos pongamos en las manos de Dios toda nuestra vida para que, desde el misterio de la Transfiguración, nos transforme en verdaderos discípulos suyos, podamos ver al mundo como Él lo ve y seamos sembradores de esperanza y amor.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, 21/02/2016
Al mismo tiempo pidió que todos pongamos en las manos de Dios toda nuestra vida para que, desde el misterio de la Transfiguración, nos transforme en verdaderos discípulos suyos, podamos ver al mundo como Él lo ve y seamos sembradores de esperanza y amor.
Este domingo el Evangelio a nos presenta la escena de la Transfiguración del Señor, hecho que acontece al inicio del camino de Jesús a Jerusalén, el camino hacia su muerte y resurrección, hecho que Él había anunciado a sus apóstoles 8 días antes.
Jesús sube a la montaña, su lugar preferido para hacer oración, para encontrarse con el Padre. En el monte Tabor acompañan a Jesús Pedro, Juan y Santiago, los apóstoles testigos de los momentos más importantes de la vida pública de Jesús: ellos también lo acompañarán más de cerca de él Getsemaní.
Durante la oración se realiza un hecho trascendental: el rostro y toda la persona de Jesús se transfiguran, resplandeciendo de una luz muy intensa. Solo en el silencio y con la oración profunda también nosotros podemos gozar de la luz de los misterios de Dios.
De pronto, a lado de Jesús se aparecen Moisés y Elías, que comparten la irradiación de su gloria y que dialogan con él acerca de su “éxodo”, su muerte, su próxima partida a la casa del Padre. Moisés y Elías, uno representante de la ley y el otro de los profetas, habían anunciado que los sufrimientos del Mesías eran parte del plan de Dios. Además ellos mismo habían experimentado el éxodo: Moisés como líder de la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y Elías que sufrió persecución por defender con valentía la fe en el Dios verdadero, dando inicio al renacimiento espiritual de Israel. La gloria que rodea a Jesús es el signo de que Él pertenece al mundo divino y que es el liberador definitivo que va a encabezar el nuevo éxodo, el nuevo camino de liberación del Pueblo de Dios.
Jesús es el nuevo Moisés y el nuevo Elías que, con la entrega de su vida en la cruz, establece la nueva Alianza de amor entre Dios y la comunidad fiel al Señor. Luego una nube cubre a todos, y Moisés y Elías, los dos testigos del A.T. desaparecen, y se escucha una voz: “¡Este es mi hijo, el Elegido. Escúchenlo! ”.
Con estas solemnes palabras, las mismas que resonaron en ocasión del bautismo de Jesús en el río Jordán, el Padre revela a los tres discípulos el corazón del misterio de Jesús: “Este es mi Hijo”. El testimonio decisivo de Dios Padre es mucho más convincente que la misma experiencia de los discípulos, además es el anuncio del cumplimiento pleno de la promesa.
“Cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo”. Sí, Él “está solo” porque El solo tiene que subir a Jerusalén, ir al encuentro con la pasión, muerte y resurrección. Es su hora, de nadie más.
Esta escena de la transfiguración, llena de luz y misteriosa al mismo tiempo, representa anticipadamente la suerte que le espera a Jesús después de su muerte: la gloria y el Señorío eterno sobre la historia y el universo. Y los tres discípulos tienen el privilegio de la visión adelantada de esa gloria y gozan de esa visión: ““Maestro, que bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Con estas palabras Pedro intenta anticipar los tiempos y atrapar a la gloria de Jesús, manifestando así que no comprende el significado profundo de lo que está pasando, como nos dice el evangelista Lucas: “Él no sabía lo que decía”.
La actitud de Pedro nos hace comprender que hace falta tener una mirada de fe para descubrir a Dios que se hace presente en nuestra vida de tantas maneras: con su Palabra y en los acontecimientos y encuentros de cada día.
A partir de esta experiencia a los apóstoles se les abrieron la mente y el corazón. Ahora están en condición de conocer que entre Padre y el Hijo hay una relación de amor única, y que Jesús es el enviado que nos trae la última y definitiva Palabra de Dios, palabra de amor, vida y salvación. Palabra que ellos y los discípulos de todos los tiempos tenemos que acoger: ”Escúchenlo”. Escuchar es más que oír, es abrir nuestro corazón en la oración para conocer y cumplir su voluntad, es convertirnos, cambiar de vida, transformar nuestro ser y existencia.
Dios llama a los discípulos a escuchar y asumir también lo que Jesús les había dicho ocho días antes: “El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por la autoridades… le quitarán la vida y al tercer día resucitará”. Jesús no deja dudas: el único camino que lo lleva a la gloria pasa por la cruz. De la misma manera nosotros, si queremos seguir a Jesús, tenemos que recorrer el mismo camino, asumir la cruz y no tener miedo al sufrimiento que nos puede acarrear nuestro amor al Señor y la fidelidad al Evangelio. “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
La experiencia de la transfiguración, la manifestación anticipada de la gloria de Jesús, seguramente llenó de esperanza a los tres discípulos y los animó a seguirlo en el camino a Jerusalén, hacia la muerte y resurrección. Como ellos, también nosotros sus discípulos estamos llamados a poner nuestra confianza en Él, aún cuando nos lleve por el arduo y difícil camino de la cruz, porque lo que nos espera al final de nuestra peregrinación terrenal no es la nada de la muerte, sino la gloria, es decir el amor, la vida y la felicidad eterna en Dios Padre.
La transfiguración de Jesús nos da la esperanza de que siempre es posible transfigurarnos, transformar nuestro ser y nuestra vida. Estos 40 días de cuaresma son el tiempo oportuno para transfigurarnos, para encontrarnos, en la oración, con el amor de Dios que nos transforma, para ponernos bajo la mirada misericordiosa de Dios. ¡Qué la fe sincera haga campo a Dios en nuestra vida y nos haga compartir el camino de Jesús crucificado y resucitado!
A la luz de los horizontes de esperanza de la Transfiguración, doy lectura a partes sobresalientes del Mensaje de la CEB acerca del espantoso crimen que ha provocado tanto dolor por las seis víctimas inocentes y tantos otros heridos en la ciudad de El Alto. Los obispos “elevamos nuestras oraciones para que Dios acoja a las víctimas y consuele a sus familiares, a quienes expresamos nuestras sentidas condolencias y acompañamiento espiritual.
La vida es un don sagrado de Dios y nadie tiene derecho a quitarla. Como Iglesia condenamos el recurso a la violencia como acto cobarde e irresponsable que siempre tiene consecuencias dolorosas y funestas… De la misma manera es inaceptable la falta de una intervención oportuna y adecuada de parte de las fuerzas del orden para evitar muerte y destrucción, más aún cuando ésta había sido reiteradamente solicitada. Asimismo… condenamos las actitudes inmorales de los que intentan sacar rédito partidista de una tragedia humana. La única respuesta que se debe al país debe ser una investigación urgente y transparente… que establezca la verdad de los hechos, responsabilidades y las sanciones correspondientes… Encomendamos en nuestras oraciones a la ciudad de El Alto, a sus habitantes e instituciones, a fin de que puedan recuperar el camino de un desarrollo armónico, integral y digno, como merecen los alteños y toda Bolivia”.
Por último, una exhortación frente al referéndum de hoy: que todos acudamos a ejercer nuestro derecho y deber al voto de forma libre, responsable y en conciencia, y qué velemos por un proceso transparente y respetuoso de la voluntad de los votantes, en un clima de serenidad y paz.
Pongamos en las manos de Dios toda nuestra vida para que, desde el misterio de la Transfiguración, nos transforme en verdaderos discípulos suyos, podamos ver al mundo como Él lo ve y seamos sembradores de esperanza y amor. Amén
OFICINA DE PRENSA DE LA ARQUIDIÓCESIS DE SANTA CRUZ