Campanas. Ante las próximas elecciones nacionales a realizarse el 18 de octubre, la Iglesia nos pide emitir un voto libre, consciente y responsable, pensando en el bien común y en la salvaguarda de la democracia, el ejercicio de la justicia libre de presiones, la lucha en contra del narcotráfico, y el acceso para todos a los bienes básicos de la salud, la educación, la vivienda y el trabajo estable.
Participar de las elecciones nacionales, porque este es un derecho, pero sobre todo un deber que no podemos delegar a nadie.
Ante la inminencia de las elecciones, quiero compartir unas palabras en comunión con el mensaje de la Conferencia Episcopal Boliviana emitido esta semana: “Elecciones libres, en paz y democracia”, inspirado en las palabras de San Pablo “hagan todo lo posible por vivir en paz con todos” ( Rom 12,18). El mensaje invita a todos los ciudadanos a participar de las elecciones, porque este es un derecho, pero sobre todo un deber que no podemos delegar a nadie, dijo Mons. Sergio Gualberti, desde la Catedral.
Así mismo pidió a las autoridades de los Tribunales electorales Departamentales y Nacional, los delegados de mesa y los veedores internacionales, velar para que las elecciones se desarrollen de manera trasparente y en un clima de paz, armonía y fraternidad.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz
04/10/2020
La liturgia de la Palabra de este domingo pone al centro de nuestra atención la imagen de la viña y de los viñadores, símbolo del pueblo de Israel y de su historia, un camino de luces y sombras, de fe e infidelidad, resumido en el cántico del profeta Isaías y en la “parábola de los viñadores homicidas” que Jesús cuenta ante los ancianos y sumos sacerdotes del pueblo judío.
A Jesús le gusta la viña y a lo largo de su ministerio público, por seis veces recurre a esa imagen para hablar del Reino de Dios, de sí mismo como viña y del Padre como el viñador. Pero la parábola de hoy es dura, nos habla de una vendimia de violencia, de sangre y de personajes malvados y codiciosos, y esto porque Jesús está hablando delante de las autoridades que están tramando su muerte.
“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar para hacer el vino y la casa del guardián”. En estos detalles transparenta todo el cariño, la premura y el cuidado de Dios para con su pueblo, la viña. “Y la arrendó a viñadores”; Dios confía su pueblo en manos de las autoridades, los viñadores, para que diera frutos abundantes de fidelidad a la Alianza, de justicia, fraternidad, solidaridad, paz y bienestar para todos.
Llegado el tiempo de la vendimia, el propietario envía a sus siervos, los profetas, para recoger los frutos, pero las autoridades los maltratan y a algunos los matan. Cómo último intento Dios, con un gesto de bondad humanamente inexplicable, manda a su Hijo; “Respetarán a mi hijo”, pero las autoridades, con la intención de seguir explotando al pueblo, “agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron”. Con las palabras “fuera de la viña”, Jesús preanuncia veladamente la trágica muerte de cruz que le espera en el Gólgota, fuera de los muros de Jerusalén como un extranjero o un esclavo. El asesinato del Hijo, es el último eslabón, el culmen de toda una historia de rechazos e infidelidades a Dios, y de oposición a su Reinado de amor y de vida, a pesar de que las autoridades profesan su fe en Dios, le rinden culto público y ostentan cumplir los preceptos de la ley.
Con estas breves pinceladas, Jesús resume las líneas generales de la historia de Dios con el pueblo de Israel, historia que inicia cuando el Señor, libremente y por amor, elige a Israel como su propio pueblo estrechando la alianza con él. Desde entonces Dios ha estado constantemente presente en la historia de su pueblo, en particular, a través de los profetas enviados a transmitir a Israel su palabra, de guiarlo por los caminos del bien y de la vida, de denunciar sus traiciones a la Alianza y los atropellos en contra de los pobres. Sin embargo, el resultado no es el que Dios espera.
Terminada la parábola, Jesús interpela a las autoridades: “¿Cuándo vuelva el dueño, que hará con esos viñadores?”. Ellos responden sin dudar:” Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros!”. Con su respuesta, ellos no se dan cuenta que están dictando su condena y que se excluyen de la salvación, ya que ellos son los viñadores asesinos de los profetas y del Mesías.
Este contraste entre el amor de Dios y la infidelidad del pueblo de Israel es también lo que presenta el profeta Isaías: “Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña”. En el lenguaje de un canto de amor humano, el profeta habla del amor de Dios a su pueblo, un amor manifestado con todos los cuidados y esfuerzos posibles: “¿Qué más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?”. En respuesta a tanto amor, Dios espera las uvas de la fidelidad a la Alianza, la observancia de los mandamientos, la práctica de la justicia, la solidaridad y la convivencia pacífica para que todos los habitantes del país tengan la posibilidad de una vida digna, sin embargo, el pueblo da las espaldas al Señor.
“El esperó que diese buenas uvas, pero dio racimos amargos. Esperó de ellos cumplimiento de la ley, y ahí tienen asesinatos; esperó justicia y hay gritos de angustia”. Estas palabras destilan toda la decepción y tristeza de Dios porque su pueblo lo ha traicionado.
La historia de Israel representa la historia de amor y traición entre Dios y el hombre, una alianza que no puede terminar en el fracaso. Así lo confirma Jesús al final de la parábola, porque en la viña de Dios el bien vence el mal: “Por eso les digo que se les quitará a ustedes el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”. La viña del reino de Dios dará su fruto abundante y suculento, porque siempre habrá viñadores buenos que la custodian, que la sirven y que no se hacen servir de ella.
Nosotros también somos llamados a ser los buenos viñadores que cuidan la viña del Señor, para que dé frutos de justicia, de libertad, de solidaridad, de amor y de paz. Es una tarea ardua, desafiante y que nos puede acarrear incomprensiones y rechazos, por eso hagamos nuestra la exhortación de San Pablo a la comunidad de Filipos. Él nos exhorta a no angustiarnos ante nada, al contrario en cualquier situación nos pide orar para que la paz de Dios custodie nuestros corazones y pensamientos por medio de Cristo.
Antes de terminar, me alegra esta mañana darles una buena noticia: el papa Francisco ha lanzado hace unas horas, desde la tumba de San Francisco en Asís, una nueva encíclica intitulada: “Fratelli Tutti” (Hermanos todos) sobre la fraternidad universal y la amistad social, mensaje que habla verdaderamente al corazón de todas las personas. En esta pandemia mundial nos hemos sentido hermanos en el dolor, pero el Papa nos motiva a dar un paso más: ser hermanos también en el amor y la justicia y la solidaridad.
El hecho que el Papa nos haya regalado este documento explícitamente desde la tierra y en la fiesta de San Francisco, el Santo del “amor cósmico” y Patrono universal de la Ecología, nos motiva a tomar conciencia de la extrema gravedad del problema ecológico en el mundo entero y de la urgente necesidad de unirnos todos y hacer realidad el lema de la Semana de la Creación que concluye hoy: “Sembrando Vida: Por una Ecología Integral”. No nos acobardemos, hay mucho que hacer también en nuestro país y nuestro departamento, seamos responsables y cambien costumbres y actitudes que hieren a muerte al medioambiente y a la biodiversidad.
Por último, ante la inminencia de las elecciones, quiero compartir unas palabras en comunión con el mensaje de la Conferencia Episcopal Boliviana emitido esta semana: “Elecciones libres, en paz y democracia”, inspirado en las palabras de San Pablo “hagan todo lo posible por vivir en paz con todos” ( Rom 12,18). El mensaje invita a todos los ciudadanos a participar de las elecciones, porque este es un derecho, pero sobre todo un deber que no podemos delegar a nadie. Qué cada elector pueda expresar su voto libre, secreto, consciente y responsable, pensando en el bien común, la salvaguarda de la democracia, el ejercicio de la justicia libre de presiones, la lucha en contra del narcotráfico, y el acceso para todos a los bienes básicos de la salud, la educación, la vivienda y el trabajo estable.
Qué todos, en particular las autoridades de los Tribunales electorales Departamentales y Nacional, los delegados de mesa y los veedores internacionales, velemos para que las elecciones se desarrollen de manera trasparente y en un clima de paz, armonía y fraternidad. Amén