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domingo 26 marzo 2023
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Arzobispo: Miremos a Jesús en la Cruz, para que despierte en nosotros el Amor y la Solidaridad por los hermanos que sufren

Campanas. Viernes Santo, el Arzobispo de Santa Cruz celebró  la Pasión de Cristo, marcado por la Pandemia del Coronavirus en nuestro País y en el Mundo entero. Monseñor Sergio Gualberti, nos invitó a que mitremos   a Cristo en la Cruz, que ha pasado su vida haciendo el bien a los pobres, sanando los enfermos, y perdonando a los pecadores, para que despierte en nosotros sentimientos de amor y solidaridad hacia los hermanos que sufren por el contagios, sus familiares y por las muchas personas que no tienen con que alimentarse.

La celebración de la Pasión del Señor, según San Juan, fue concelebrada por los Obispo Auxiliares Mons. Estanislao Dowlaszewicz y Mons. René Leigue, hoy viernes 10 de abril a las 15:00 horas en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral.

Así mismo el prelado aseguró que desde esta mirada de fe, la muerte de Jesús no es un fracaso sino una victoria, la victoria del amor sobre el odio y de la vida sobre la muerte.

La Iglesia y cada uno de nosotros  tenemos el desafío de ser testigos de la luz que emana de la cruz, de su sabiduría y su poder en un mundo necesitado de una referencia certera, aunque no lo quiera reconocer, dijo Mons. Sergio.

 

También el prelado nos pididó que miremos la  Cruz, en la que cuelga Cristo, nuestra única esperanza, para que sane nuestras heridas, sufrimientos, angustias y miedos, y para que rija y guíe con amor nuestro destino.

El Arzobispo de Santa Cruz, nos exhortó  a que miremos  la cruz de Cristo, nuestra fortaleza, para que sostenga a todo el personal médico y sanitario, a las fuerzas del orden y a las autoridades en su difícil labor de contrarrestar la pandemia.  

Homilía de Monseñor Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz 10/04/2020

Miren el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo: vengan a adorarlo”. Es la invitación que escucharemos en esta celebración al momento de presentar la cruz: elevar nuestra mirada a la cruz donde Jesús, el inocente, el justo siervo del Señor, es ajusticiado como criminal.

Mirar es más que ver, es contemplar y venerar el instrumento de muerte que Cristo ha convertido en árbol de vida para toda la humanidad: “Por la obediencia llegó a ser causa de salvación”. Jesús en la cruz es la imagen elocuente de su total y confiado abandono en las manos entrañables del Padre, coronación de toda una vida de cumplimiento de su voluntad.

 

Desde esta mirada de fe, la muerte de Jesús no es un fracaso sino una victoria, la victoria del amor sobre el odio y de la vida sobre la muerte. En Cristo clavado en la cruz, la expresión más sublime del amor de Dios, se realiza nuestro encuentro con Él. Sin embargo, nos puede resultar difícil creer que en el crucificado se hace presente el amor de Dios, tampoco lo fue para Pedro y los demás discípulos que en la pasión abandonaron a Jesús. El crucificado ha sido, es y será signo de contradicción, por eso la Iglesia y cada cristiano tenemos el desafío de ser testigos de la luz que emana de la cruz, de su sabiduría y su poder en un mundo necesitado de una referencia certera, aunque no lo quiera reconocer.

Terminada la II guerra mundial, el teólogo japonés Kitamori escribió que “la Iglesia existe sólo para conservar el asombro de que Dios es el Crucificado que muere“.

Por eso, en medio de tantas crucifixiones algunas debidas a nuestra naturaleza limitada y frágil, como las enfermedades y desgracias naturales, u otras causadas por el hombre en contra del hombre, como el hambre, la guerra y la explotación de los pobres, hay un foco irradiante luz al que mirar: el Dios Crucificado. Los místicos expresaban esta certeza con unas palabras terminantes: “En medio de todos los vaivenes humanos sólo sigue en pie la Cruz“.

En esta verdad encontramos el sentido auténtico de la devoción a la Cruz, tan enraizada, profunda y sentida en nuestro país y particularmente en nuestra Ciudad y Departamento que llevan el nombre de la Santa Cruz”, signo de la redención, come dice con acierto nuestro himno cruceño; la cruz signo de entrega, de amor y de vida.

”Miren el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo: vengan a adorarlo”. Delante de nosotros acá en la Catedral y de ustedes en su hogar está la cruz y la liturgia de este día nos pide mirarla, contemplarla y adorarla; la cruz prenda divina que, por sí sola, habla de vida, amor y paz.

Mirar a Cristo que, clavado en la cruz, ha perdonado al ladrón arrepentido y a sus verdugos, para que haga brotar en nuestro corazón el dolor sincero por nuestros errores y pecados y se compadezca de nosotros.

Mirar a la Cruz en este tiempo de sufrimiento por la pandemia, resuena como un llamado a ponernos como Cristo en las manos de Dios, nuestro Padre, confiados en su amor providente y misericordioso.

Mirar a la Cruz, en la que cuelga Cristo, nuestra única esperanza, para que sane nuestras heridas, sufrimientos, angustias y miedos, y para que rija y guíe con amor nuestro destino.

Mirar a Cristo en Cruz, que ha pasado su vida haciendo el bien a los pobres, sanando los enfermos, y perdonando a los pecadores, para que despierte en nosotros sentimientos de amor y solidaridad hacia los hermanos que sufren por el contagios, sus familiares y por las muchas personas que no tienen con que alimentarse.

Mirar a la cruz de Cristo, nuestra fortaleza, para que sostenga a todo el personal médico y sanitario, a las fuerzas del orden y a las autoridades en su difícil labor de contrarrestar la pandemia.  

En unos instantes, nosotros acá en Catedral y ustedes en sus hogares, vamos a hacer un gesto de adoración a Cristo crucificado. Hagámoslo con devoción y en un ambiente de profundo recogimiento y silencio acogiendo con mucha fe y esperanza la invitación de la palabra de Dios que hemos escuchado: “Vayamos confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno”. Amén

Fotografías:Javier Vargas – Diakonía

 

Graciela Arandia de Hidalgo



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