En su homilía de este segundo domingo de Adviento, Monseñor Sergio exhortó al pueblo de Dios a levantarse de su psotración y cambiar el rumbo de su destino confiando en Dios. Para eso señaló que es necesario levantar la voz sin temor para aplanar lo montes del odio y del mal. En ese sentido, invitó a los creyentes a trazar en sus vidas el sendero de Jesucristo aplanando las montañas del ego, orgullo, arrogancias y prepotencias y rellenar los vacíos de la vida en espera de un cielo nuevo donde habite la justicia.
Desde la Catedral Metropolitana en este segundo domingo de Adviento, el Arzobispo de Santa Cruz presentó a la Virgen María, Juan el Bautista y el Profeta Isaías como las tres grandes figuras que nos acompañan en nuestro caminar hacia la Navidad en este tiempo de Adviento “…nuestros modelos en este tiempo del Adviento, que nos invitan a decir nuestro sí a Dios con gozo y a asumir “una conducta santa y piadosa”.
Para el Prelado, estos personas no solo anunciaron la buena noticia sino que hicieron suyo el mensaje de que “Jesucristo, encarnado muerto y resucitado es la Buena Noticia de la salvación. En este anuncio breve y sencillo está el núcleo central del Evangelio, el principio que rige nuestra vida cristiana, que nos mueve al conocimiento y al encuentro personal con Jesús, a ser sus discípulos misioneros y que nos abre a la esperanza de la vida eterna” señaló.
En este contexto y de acuerdo al ejemplo del profeta Isaías y de Juan el Bautista, el Prelado pidió que en este tiempo de Adviento se brinde consuelo al Pueblo de Dios, a los exiliados, a los deportados a los que parecen no tener salida. Así mismo pidió al pueblo que salga de su postración y cambie el rumbo de su destino confiando en Dios. Para eso subrayó que el pueblo debe levantar su voz sin temor para aplanar lo montes del odio y del mal.
“Acojamos su invitación a trazar en la estepa de nuestra vida el sendero de Jesucristo, a aplanar las montañas de nuestro ego y orgullo, arrogancias y prepotencias, y a rellenar los valles de los vacíos y sin sentidos de nuestra vida, en espera de un cielo nuevo y tierra nueva donde habita la justicia”.
María es el ejmplo luminoso que anima y acompaña a todas las mujeres, jóvenes y adultas, que están esperando a un hijo…
Al referirse a la presencia del Virgen María en la espera del Adviento “la muchacha pobre de Nazareth,-que- esperó con cariño, cuidado y gozo el nacimiento del niño que llevaba en su seno, a pesar de las dudas y pruebas por las que tuvo que pasar” aseguró que “es el ejemplo luminoso que anima y acompaña todo cristiano, en particular a las mujeres, jóvenes y adultas, que están esperando a un hijo, para que cuiden con celo de la nueva vida humana que va brotando en ellas, testimoniando que la vida es más fuerte de las leyes de muerte que nuestra sociedad ciegamente promueve”.
Semana de la Familia en Bolivia: “La alegría del amor de Dios, se vive en familia”.
“En este clima de espera activa, los Obispos hemos instituido la Semana de la Familia en Bolivia, con el lema: “La alegría del amor de Dios, se vive en familia”. Palabras hermosas y al mismo tiempo desafío para los católicos de testimoniar el valor y la belleza de la familia creyente, construida sobre los cimientos sólidos del sacramento del matrimonio, del amor indisoluble entre un hombre y una mujer que se entregan mutuamente, abriéndose a la vida”.
Estos días, en los que nos preparamos a contemplar a la Sagrada Familia de Jesús, José y María, son propicios para testimoniar con alegría el don inestimable de la familia en la Iglesia y la sociedad… manifestó Monseñor.
HOMILÍA COMPLETA DE MONSÑEOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
DOMINGO 10 DE DICIEMBRE DE 2017
BASÍLICA MENOR DE SAN LORENZO MÁRTIR
El profeta Isaías, Juan el Bautista y la Virgen Maria, son las tres figuras que nos acompañan en nuestro caminar hacia la Navidad en este tiempo de Adviento. Personajes que han anunciado y que han vivido en primera persona la buena noticia de la venida de Jesucristo en la historia de la humanidad, el Salvador esperado por largos siglos.
“Consuelen, consuelen a mi Pueblo… hablen al corazón, anuncien… la buena noticia a Sión”, con estas palabras cargadas de consuelo y esperanza el profeta Isaías anuncia a los israelitas el regreso del exilio. El profeta busca legar al corazón de los deportados que viven en una situación desesperada que parece no tener salida.
Isaías se define “Una voz que grita: Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! Qué se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas”. El profeta incita con vehemencia a los deportados a que salgan de su postración y cambien el rumbo de su destino porque: ”Aquí está tu Dios”.
Dios pide al profeta a que suba a una montaña elevada y que levante con fuerza y sin temor la voz para anunciar ese mensaje esperanzador y para que los desterrados acojan al Señor que con una intervención poderosa los reunirá y apacentará a todos, en particular a los más débiles e indefensos. Por eso, ellos tienen que prepararse y convertirse de sus errores y pecados, rellenar los valles de sus omisiones, cerrazones y egoísmos y aplanar los montes del odio y del mal.
Pasamos al Evangelio de Marcos: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios”. Estas palabras no indican solo el comienzo del libro o predicación sobre Jesucristo, sino el principio y el inicio del evento decisivo que Dios ha puesto en marcha en bien de la humanidad: la instauración de su reino por medio de Jesús, como anunciado tantos siglos antes por Isaías.
Jesucristo, encarnado muerto y resucitado es la Buena Noticia de la salvación. En este anuncio breve y sencillo está el núcleo central del Evangelio, el principio que rige nuestra vida cristiana, que nos mueve al conocimiento y al encuentro personal con Jesús, a ser sus discípulos misioneros y que nos abre a la esperanza de la vida eterna.
Juan Bautista es aquel que, como el profeta Isaías, recibe el encargo de anunciar la Buena Noticia de la inminente llegada del Mesías al pueblo de Israel y de prepararlo para acogerlo: “Una voz grita en el desierto”. El Bautista no solo grita con fuerza y valentía este anuncio, sino que lo hace suyo, lo asume como estilo de vida, como los profetas del Antiguo Testamento. “Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre”.
En el desierto: Juan escoge el desierto y no la ciudad o lugares poblados para hacer este gran anuncio, porque en la Biblia el desierto asume un valor simbólico. Es el lugar de la tentación y de la prueba, el lugar del silencio y de lo esencial donde no hay distracciones de ningún tipo, el lugar de la conversión del corazón y donde uno se encuentra consigo mismo y tiene la oportunidad de un encuentro personal e íntimo con Dios, que lleva al cambio de vida.
El Bautista acompaña su predicación con el gesto simbólico del bautismo, sumergiendo a los pecadores en las aguas del río Jordán y exhortando a dar pasos concretos de conversión del corazón y de la conducta, a asumir un nuevo estilo de vida abierto a lo esencial y a reconocer y acoger al Señor que viene.
Toda esa urgencia se centra en un hecho: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo”. Él tiene la conciencia clara de que su misión es estar al servicio de Jesús, por eso no quiere que el pueblo no lo confunda con el Señor, él único que tiene el poder de salvar. “Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Hay un salto cualitativo entre el bautismo de Juan con agua, simple signo de penitencia, y el bautismo de Jesús con el Espíritu, sacramento que borra el pecado y nos sumerge en la gracia, la misma vida de Dios.
La tercera figura central del Adviento es la Virgen María, cuya solemnidad de la Inmaculada Concepción hemos celebrado ayer con una participación multitudinaria y mucha alegría alrededor de la Mamita de Cotoca. Hemos celebrado el misterio de María que ha llegado al mundo sin mancha de pecado, llena de la gracia y resplandeciente, “La Purísima”, la « toda bella» como le canta la Iglesia.
Esta celebración se da en el tiempo muy propicio del Adviento, el tiempo de la espera del Salvador, y ¿quién más que María, la muchacha pobre de Nazareth, esperó con cariño, cuidado y gozo el nacimiento del niño que llevaba en su seno, a pesar de las dudas y pruebas por las que tuvo que pasar? María, la Virgen de la esperanza, es el ejemplo luminoso que anima y acompaña todo cristiano, en particular a las mujeres, jóvenes y adultas, que están esperando a un hijo, para que cuiden con celo de la nueva vida humana que va brotando en ellas, testimoniando que la vida es más fuerte de las leyes de muerte que nuestra sociedad ciegamente promueve.
María, Juan el Bautista e Isaías tres grandes servidores de Dios, nuestros modelos en este tiempo del Adviento, que nos invitan a decir nuestro sí a Dios con gozo y a asumir “una conducta santa y piadosa”. Acojamos su invitación a trazar en la estepa de nuestra vida el sendero de Jesucristo, a aplanar las montañas de nuestro ego y orgullo, arrogancias y prepotencias, y a rellenar los valles de los vacíos y sin sentidos de nuestra vida, en espera de un cielo nuevo y tierra nueva donde habita la justicia.
En este clima de espera activa, los Obispos hemos instituido la Semana de la Familia en Bolivia, con el lema: “La alegría del amor de Dios, se vive en familia”. Palabras hermosas y al mismo tiempo desafío para los católicos de testimoniar el valor y la belleza de la familia creyente, construida sobre los cimientos sólidos del sacramento del matrimonio, del amor indisoluble entre un hombre y una mujer que se entregan mutuamente, abriéndose a la vida.
Estos días, en los que nos preparamos a contemplar a la Sagrada Familia de Jesús, José y María, son propicios para testimoniar con alegría el don inestimable de la familia en la Iglesia y la sociedad y expresar con las palabras del salmo nuestra gratitud al Señor, que en su gran amor y misericordia nos: “promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos”, paz para nuestras familias y para toda madre que lucha, cuida y protege a la vida. Amén.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz.